Perder la paciencia implica gritar e, incluso, pegar al niño.
Siempre digo que cuando un padre sube el tono de voz, ha perdido la batalla; quizás ese día el niño le obedezca, pero si la situación se repite ("solo me obedece cuando le grito"), el niño necesita que, cada vez más, suba el tono. Es decir, "pierde la batalla" porque el niño ya no obedece, ni con los gritos de sus padres. Pero tranquilos, esto se puede solucionar.
Para no perder la paciencia:
1.- Hay que contar hasta 10, y no es una broma. Esos 10 segundos son suficientes para calmarse y afrontar la situación de forma más educativa.
2.- Se deben establecer normas claras y cumplirlas, tanto los padres como los hijos; las normas no se pueden establecer de forma arbitraria y dependiendo del humor de los padres.
3.- Es importante el diálogo; que los niños no tengan miedo de expresar sus sentimientos e inquietudes. Muchos problemas se solucionan hablando.
4.- Los niños son niños y hacen cosas de niños: no obedecen a la primera, les gusta tocar todo e investigar, quieren tener poder... Si tenemos claro esto, no perderemos la paciencia tan fácilmente.
5.- No hay que estar excesivamente pendientes de ellos. Dejar que aprendan las cosas a su ritmo, sin presionarles; ellos estarán más tranquilos y nosotros también.
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