La semana pasada estuve en una boda. Al lado mío estaba un matrimonio con su bebé de un par de meses. ¡Era una niña preciosa! y ¡Qué bien se portó!
A mi izquierda, al otro lado del pasillo había un niño de un añito de edad, en brazos de su abuela, que no paraba de gritar y reír...
Las bodas son siempre motivo de alegría y a mí me parece muy bien que los más pequeños de la familia también participen.
Pero el momento de la ceremonia (civil o religiosa) creo que es lo suficientemente serio como para que se guarde un silencio respetuoso y los niños tienen que portarse bien, es decir, no gritar, llorar o correr por los pasillos.
Cuando esto no es posible, los padres deberían salir con sus hijos de la iglesia o del juzgado hasta que termine la ceremonia.
En realidad, los niños no molestan; molesta la actitud de los padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario